Thursday, May 04, 2006

Mithos



Y Parménides nunca conoció a Cassandra ni supo de sus complejos, pero aún así subió a los cielos, en un carro conducido por las hijas de Helio, hasta llegar a la mansión de la diosa Luz y escuchar de su boca la verdad del mundo. Heráclito seguramente se sintió desplazado, envidioso y maniático y decidió discutirle palabra por palabra en justa venganza por no haber sido invitado a la fiesta. Sócrates, mucho más modesto, sólo dijo que sus habilidades naturales habían sido aumentadas por la inspiración divina. Platón, más obsceno, por la sacra posesión de bacantes y coribantes “para utilizar a los cantores de oráculos y a los que ven a dios como siervos, para que nosotros, los oyentes, sepamos que no son esos que han perdido el juicio los uqe dicen algo tan valioso, sino que es Dios mismo el que habla y se dirige a nosotros a través de ellos” (Ión, 533, ss.). A Sócrates le hubiera ido bien como atenuante por sus crímenes el recordar esto, su actividad se volvería pasividad como receptáculo de una inteligencia superior y el miedo y la culpa por expresar lo prohibido, además de los venenos varios, desaparecería, ya que no era sino su destino profético, amparado por los dioses, el llevar a cabo sus actos.

Todo esto no es arte, es otra cosa. El arte era fabricar siguiendo unas normas, en concordancia o no con la naturaleza, modelos superiores y demás milongas, hasta que llega Leonardo y dice que la pintura es una scientia que se construye a partir de la empiria, y que como hay que mancharse las manos los literatos ignorantes la han excluido, como los artistas contemporáneos que trabajan con fluorescentes porque el óleo ensucia.

Frente al poder opresor de la política absolutista, del mundo integrado, del gris absoluto, el salvajismo artístico y taumatúrgico es un clamor público por la imagen utópica de la personalidad. El furor poeticus, sea tratado o no por psiquiatras, por entusiastas eclesiásticos, por censores mediáticos, sigue creando héroes culturales nacidos de los restos del romanticismo y de la honra milenaria por el sufrimiento inmerecido. La expiación está en la posteridad, como decían los Grima “el genio es una corona de espinas y el gusto un manto de púrpura que cubre una espalda descarnada”.

“A ellos se les atribuye una visión inmediata del mundo, al igual que un agujero en el manto de las apariencias y se cree que ellos, sin el esfuerzo y el rigor de la ciencia pueden con esa mirada vidente aportar algo definitivo al hombre y al mundo” decía Nietzsche (Aur der Seele der Künstler und Schriftseller). Esto es religión, es fé, en los hombres, de modo apóstata y recurrente. Ante la muerte de Dios, de la Religión, queda el Arte como dogma de fé. Pero el Arte ya no es puro, como no lo era la religión cuando se vendían bulas papales. La ciencia se equivoca y no se puede adorar a los hombres.

El arte es un suplemento vitamínico más en un mundo sin creencias.

No comments: