Monday, March 05, 2007

[Paraíso mental aleatorio 2250140499]

El principio es incierto. Recordarlo es una especie de locura que arranca la piel de la carne. Hay una pus como pasta amarilla que las une, viscosa. No sé si era bueno o malo, mejor o peor. Lo único que sé es que salimos de allí. Éramos muchos entre pañuelos de colores que empezaban a mimetizarse con el paisaje que nos aguardaba. La boca abierta, la teníamos así para tomar aire.

El resto no recuerdo cómo era, sólo veía el suelo. Pensaba que cuando levantara la cabeza habría un vasto horizonte y nubes con cara de animales y un pueblo con casas con chimenea humeante, que eran las nuestras. Al cabo del tiempo, cuando no podía mirarme más los zapatos porque no tenía, alcé la vista para verlo. Sólo había suelo. Creí marearme, no quería respirar pero no pude evitarlo. Tenía calor, como si el resto de la gente se apretara contra mí y me levantara en alto y sólo hubiera ahí más gente y más suelo. Un día encontré una piedra y me la tragué.

Era todo oscuro y se nos hacían azules los ojos. Reflejaban todo, por eso no nos mirábamos. Ella los tenía del color cálido y profundo que cabe esperar en los fantasmas, pero no en una persona. Éramos transparentes y no nos veíamos. Algún día caía alguno, sonaba un golpe seco contra el suelo y éramos menos. Ya estaba, no había más que decir.

Al cabo de años el suelo cambió y algunos creyeron estar en alguna parte, pero todo siguió igual. Andábamos y andábamos, con zapatos y sin ellos, a ciegas, despacio, saboreando la saliva a falta de nada que echar a nuestro pecho para aliviar el peso de la espalda. Tal vez incluso llegamos al final y no nos dimos cuenta, llevábamos tanto tiempo andando que no sabíamos hacer otra cosa. Eran grises los pañuelos y las caras, cuendo se veían en medio de la oscuridad.

Un día algunos decidimos que éste era el fin. Otros siguieron andando, muertos levantaos de la tumba. Los huesos fueron agradecidos, no se quejaron demasiado alto. Paramos, sin fe, sin alegría, sin costumbre. Atónitos de poder parar. Silencio. Ni siquiera se oían los pasos. Un tiempo después empezamos a andar. Hemos pasado tanto tiempo buscándolo que no podemos admitir que éste sea el destino.

[Paraíso mental aleatorio 2250150499]

Hay niños andando y no saben a donde van. Parece que su madre les haya castigado. Harapientos y andrajosos. Se sacan los mocos y luego se los comen. Se quitan las legañas, aunque no descansan nunca, y también se las comen. Sabe a costra de herida. Miran al vacío porque no hay nada más. Son pálidos y delgados y se confunden con el paisaje. Las piernas parecen secas, sin sangre y como sin vida. No lloran ni escuchan música.

La madre no les mira. Está ocupada consigo misma. Está gorda y deformada porque han sido muchos partos. Sus hijos no la conocen. Dejaron de ser suyos cuando aprendieron a respirar. Entonces empezaron a andar. Lloraron antes, pero lo han olvidado. También la han olvidado a ella. Olvidan todo. Eran suyos cuando aún no sabían respirar. Tal vez vuelvan a ella algún día. Tal vez sólo los tuvo por no tener la regla.